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Homilía de Monseñor D’Ascenzo a la Celebración Eucarística en Santa Maria Greca

23 de abril de 2018, 18.30 horas

22/02/2020
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Jesús se nos presentó como el Buen Pastor, lo escuchamos en el evangelio del pasado domingo, en el sentido del que nos muestra concretamente la cara buena, bondadosa, misericordiosa del Padre: también el Buen Pastor en el sentido de pastor verdadero, auténtico, en el que podemos confiar, al que podemos encomendarle nuestra vida, y entonces con seguridad podemos vivir como discípulos que Lo siguen. Pero también Buen Pastor en el sentido de Pastor hermoso, demás de bondadoso y verdadero, ¡porque Jesús es hermoso!

El Hijo de Dios encarnado es hermoso; hermoso es Su mensaje, hermosa es Su Palabra, hermosa es su enseñanza, hermosa es su vida, tal como es hermosa la vida de cada discípulo que sigue a Jesús. Los que abren su corazón, su mente a Jesús, a Su enseñanza, podríamos decir – utilizando un lenguaje familiar para ustedes – los que abren su corazón, su mente a la Divina Voluntad es, y llega a ser cada vez más, una persona hermosa, crece y madura en la belleza, que no es un elemento o una característica estética, sino propiamente un don que viene de arriba, un don que viene de Dios. Y una persona llega a ser hermosa en la medida en que acoja el don de Dios, lo que Dios tiene en su corazón para cada uno de nosotros, ésta es la Divina Voluntad: lo que Dios tiene en su corazón para cada uno de nosotros y nos hace hermosos, porque la vida del discípulo de Jesús no puede ser más que una vida hermosa.

 

En el evangelio recién proclamado, Jesús, ésta noche, para presentarse utiliza la imagen de la puerta, y dice: “Yo soy la puerta, la puerta del redil”. Atraviesa esta puerta, de entrada y salida, el que es de casa, no el ladrón o el bandido. El redil es la familia, el pueblo de Dios, es la Iglesia, y nosotros, en referencia a esta enseñanza de Jesús, podemos entrar en este redil, entrar en la familia-Iglesia, entrar en el camino de fe, entrar en la Divina Voluntad, o más bien salir de la familia-Iglesia para anunciar la belleza de lo que se vive dentro de la familia-Iglesia, para anunciar la belleza del evangelio, la belleza de la vida del discípulo de Jesús, sólo a través del mismo Jesús.

 

“Yo soy la puerta”: Jesús es el punto de referencia irrenunciable; o Jesús, o no podemos hacer esta experiencia extraordinaria de Iglesia, o no podemos vivir como discípulos de Jesús que anuncian Su Evangelio hasta los confines de la Tierra.

Entrar y salir a través de esta puerta que es Jesús. Estamos llamados a vivirlo simplemente, en la experiencia de todos los días: el discípulo de Jesús, todos los días está llamado a entrar y salir a través de esta puerta. Pensándolo bien, entramos en ella cuando nos recogimos en oración, en los momentos de intimidad que vivimos con el Señor Jesús, incluso este momento que estamos viviendo, como la Celebración de la Misa, es pasar a través de Jesús para poder vivir en su redil que es la Iglesia, que somos nosotros.

Pero luego estamos llamados también a salir de este lugar a través de Jesús, para poder anunciarlo, para llevarlo a todas las personas que luego el Señor nos permite encontrar, cada uno en su propia familia, su propio lugar de trabajo, al encontrar sus propios amigos, en el cansancio o la alegría de todos los días. Éste es el camino de Santidad que cada uno de nosotros está llamado a recorrer, tal como nos recordó Papa Francisco en su última exhortación; el camino de la santidad es el camino que recorren los padres en la difícil tarea de educar a sus propios hijos, es el camino que recorre cada persona que todos los días va a trabajar para traer a cada el sustento, es el camino que recorren los enfermos, dice Papa Francisco; o las consagradas a través de su sonrisa que le donan a cada persona que encuentran, es el camino cotidiano de la santidad.

 

Sólo querría subrayar un elemento de reflexión y oración, siempre de la exhortación de Papa Francisco, que es una invitación a encaminarnos en el camino de la santidad, en las sendas que la vida cotidiana nos presenta todos los días. Papa Francisco nos propone el camino de las bienaventuranzas. “Bienaventurados los pobres de espíritu, Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, bienaventurados los que sufren, bienaventurados los que lloran, bienaventurados los limpios de corazón...”. Al tiempo de Jesús se pensaba en que la bienaventuranza, o sea la vida plena, la vida de alegría, la vida hermosa, sólo fuera una prerrogativa de la divinidad, sólo de los seres que estaban en el cielo; la bienaventuranza no podía ser vivida y experimentada por los seres humanos. En cambio Jesús, con Su enseñanza, que Papa Francisco nos relanza con fuerza y que nosotros queremos acoger en nuestro corazón, proclama bienaventurados a todos nosotros, es una posibilidad que Jesús dirige a todos. La vida plena, la vida alegre, la vida hermosa es para todos nosotros que recorremos los caminos de este mundo y no son siempre fáciles, no son siempre caminos de alegría; son también caminos de sufrimiento. Pero, la bienaventuranza que Jesús nos propone pasa justo a través de estos caminos, nosotros estamos llamados a poder experimentar la bienaventuranza. Pero, ¡cuidado! Jesús no dice: “Bienaventurado tú, que eres pobre de espíritu”, sino bienaventurados ustedes; no dice: “Bienaventurado tú que eres limpio de corazón”, sino bienaventurados ustedes. Bienaventurados ustedes. La bienaventuranza, la plenitud de la vida del discípulo de Jesús podemos encontrarla y experimentarla sólo si vivimos como una familia, sólo si vivimos como Iglesia, sólo si vivimos en el redil de Jesús, pasando por Él que es la puerta y viviendo juntos. Cada vez que intentáramos de alcanzar la plenitud de la vida por nosotros mismos, de manera egoísta, iríamos hacia el fracaso. Las bienaventuranzas de Jesús pasan por Él y se pueden encontrar y vivir en la familia que es la Iglesia.

Pues, pidámosle al Señor que nos ayude siempre a vivir como una familia de discípulos de Jesús que se quieren, y, en este quererse, sintiéndonos hermanos, podamos abrir la mente y el corazón a la Divina Voluntad. De manera privada, individual, egoísta, no es posible acoger y poner en práctica la Divina Voluntad.

 

Termino leyendo la conclusión del evangelio de hoy; son las últimas palabras de ésta enseñanza de Jesús; queremos acogerlo dentro de nosotros porque es hermoso; nunca debemos olvidarlo. Queremos que entre dentro de nosotros, deje Su marca y nos acompañe día tras día. Somos los discípulos de Jesús, del Señor Jesús, el Buen Pastor, la Puerta que nos dice así: “Vine para que tengan vida en Nosotros, y la tengan en abundancia”. Ésta es la Divina Voluntad que Jesús viene a traer, expresar, para que nosotros podamos acogerla y vivirla concretamente.

Redazione
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