A la contemplación de cuantos ya han alcanzado la gloria de Dios, la Iglesia une el recuerdo de nuestros seres queridos, que nos han precedido. Estas dos celebraciones están íntimamente unidas entre sí, como la alegría y las lágrimas encuentran en Jesucristo una síntesis que es fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza.
Ya desde los primeros tiempos de la fe cristiana, la Iglesia terrena, reconociendo la comunión de todo el Cuerpo místico de Jesucristo, ha cultivado con gran piedad la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios por ellos. Nuestra oración por los muertos es, por tanto, no sólo útil sino también necesaria, porque no sólo les puede ayudar, sino que al mismo tiempo hace eficaz su intercesión en favor nuestro (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 958).
El recuerdo de los difuntos, el cuidado de los sepulcros y los sufragios son testimonios de confiada esperanza, arraigada en la certeza de que la muerte no es la última palabra sobre la suerte humana, puesto que el hombre está destinado a una vida sin límites, cuya raíz y realización están en Dios.
En un pasaje del 20º Volumen, 3 de noviembre de 1926 Jesús le enseña a Luisa la mejor manera de ofrecer un sufragio a nuestros queridos difuntos
Por cuanto más estuvieron sometidas a la Divina Voluntad las almas que han pasado a la otra vida, por cuantos más actos hicieron en Ella, tantos más caminos se formaron para recibir los sufragios de la tierra. Así que por cuanto más hicieron la Divina Voluntad, no hay camino que se hayan hecho que no les lleven, a quien un alivio, a quien una oración, a quien una disminución de penas; los sufragios caminan por estos caminos regios del Divino Querer para llevar a cada una el mérito, el fruto y el capital que se han formado en la Divina Voluntad…Quien no en todo y siempre, pero en gran parte ha reconocido el Divino Querer y se ha sometido a Él, se ha formado tantos caminos y recibe tanto, que en seguida el purgatorio la envía al Cielo.
Ahora, así como las almas purgantes para recibir los sufragios debían haberse formado los caminos, así los vivientes, para mandar los sufragios deben hacer la Divina Voluntad para formarse los caminos y hacer llegar los sufragios al purgatorio; si hacen sufragios y de la Divina Voluntad están alejados, sus sufragios, faltando la comunicación de Ella, que es la única que une y vincula a todos, no encontrarán el camino para llegar, los pies para caminar, la fuerza para dar el alivio, serán sufragios sin vida, porque falta la verdadera Vida del Divino Querer, que es el único que tiene virtud de dar vida a todos los bienes. Por cuanto más de Divina Voluntad posee el alma, tanto más valor contienen sus oraciones, sus obras, sus penas, así que más alivio puede llevar a esas almas benditas.
"He resucitado y ahora estoy siempre contigo y mi mano te sostiene.
Dondequiera que puedas caer, caerás entre mis manos,
y estaré presente incluso a las puertas de la muerte.
A donde ya nadie puede acompañarte y a donde no puedes llevar nada,
allí te espero para transformar para ti las tinieblas en luz.
(Papa Benedicto XVI)