En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. (Lc. 1,39)
¿Qué ocurrió en ese largo viaje mientras María llevaba a su Jesús recién concebido a las generaciones humanas y a su prima Isabel?
Cuando María oyó las palabras del Ángel: Concebirás y darás a luz un hijo, También tu parienta Isabel concibió un hijo y ya se encuentra en su sexto mes - respondió: Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho. (Lc 1, 31-38)
La Llena de Gracia envuelta por el Espíritu del Padre, rápidamente se puso en camino, con un Hijo Dios-Hombre, mientras comenzaba a escuchar los primeros latidos de Su corazoncito que emanaban Amor, Salvación y Luz de Voluntad Divina.
Fue la primera Procesión Eucarística (Bendito XVI) y al mismo tiempo comenzó la Misión Redentora de la Salvación en vista del Reino “como en el Cielo así en la tierra”.
Fue un viaje contemplativo, un viaje de ofrenda, de agradecimiento, de amor. Sólo de Su Corazón Inmaculado podían surgir tales sentimientos divinos. En virtud de Sus pasos, de Sus miradas María recogía, desde el primer hasta el último pensamiento de criatura, todas las inteligencias creadas, los latidos de cada corazón, de cada palabra, obra y paso que se hicieron y se harán por las generaciones de cada tiempo.
Le dio voz al Creador para decantar y glorificar la Santísima Trinidad por haber imprimido el poder y el amor divino, desde el más pequeño hilo de hierba hasta la multitud del Cielo estrellado.
María soplaba sobre las piedras, las montañas, empujada por el gaudio que la inundó cuando escuchó del Ángel: Llena de gracia, el Señor está contigo. (Lc 1,28) Palabras que le dan alegría y consuelo cuando aún hoy se reza el Ave María. Para ella era una necesidad de amor llevar a Jesús a cada criatura como para poder decir: Soy la portadora de Jesús.
Llevar a Jesús a las almas comenzó con el primer viaje realizado por María cuando dejó Nazaret sin pensar en otra cosa; sólo Ella podía manifestar la Gloria del Padre junto con Su Jesús que llevaba en su seno.
La gratitud de María a Su Hijo Dios nos reconduce al Acto único de Dios a través del cual Ella fue creada y redimida de antemano, por los méritos del futuro Redentor, ya que Ella antes de concebir al Hijo Dios fue concebida por Él sin mancha original. La Inmaculada Concepción fue concebida por Su Salvador, Redentor con el Acto Santificante del Espíritu Santo y con la salida del Amor de las Tres Personas Divinas.
En el cantico del Magnificat María decanta: “mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador”. Lc 1,47
El primer viaje realizado por María invita también nosotros a seguirla, a imitarla en los caminos tortuosos de la vida. Seguir a María, caminar de la mano con Ella, induce a Jesús a realizar milagros de conversión y santificación como ocurrió con el encuentro con Isabel. Jesús toca con las armas de Su Santidad a las almas desde el pecho materno
Isabel: “Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”. (Lc 1,44-45)
Es la primera vez que María es proclamada beata, beatitud que se extiende a todos los que creen en Dios. Y María se regocija en Su Creador e Hijo: “Mi alma canta la grandeza del Señor”. (Lc 1,46)
Hija mía, mi Madre fue concebida sin mancha original para poder impetrar al suspirado Redentor. Ahora que yo tengo que recibir su sangre para ser concebido en Su Seno, era justo que tanto el alma como el cuerpo fueran muy tersos y Ella estuviera enriquecida con todas las gracias, privilegios y prerrogativas posibles e inimaginables... (Tomo 19)
La Soberana Reina pudo generar el Verbo Eterno sin la obra de los demás, porque al no dar vida a Su voluntad humana sólo dio vida a la Voluntad Divina y con eso adquirió la plenitud del germen de la fecundidad Divina.
“Jesús, mi amor,
Quiero seguir paso a paso los pasos de mi Mamá Celestial,
Y como camina, quiero animar los hilos de la hierba,
Los átomos de la tierra, y hacerte sentir bajo sus plantas mi «te amo»,
Quiero animar toda la luz del sol y, como brilla en tu cara,
Quiero que te traiga mi «te amo»;
Todas las olas del viento, sus caricias, todas te digan «te amo».
Soy yo quien en tu «FIAT» te traigo el calor del sol para calentarte,
Las olas de viento para acariciarte, su silbido para hablarte y decirte:
Querido pequeño, haz que todos conozcan tu Voluntad Divina,
Haz que salga de tu pequeña Humanidad,
Para que tome su dominio y forme su reino en medio de las criaturas”.
(Del Diario)
(De las reflexiones de Sor Assunta Marigliano)