Soberana Señora,
vengo a esconder mi pequeño amor en el gran mar de tu amor,
mi adoración a Dios en el inmenso océano de la tuya,
mis agradecimientos los escondo en el mar de los tuyos, mis súplicas,
mis suspiros, mis lágrimas y penas, los escondo en el mar de los tuyos,
a fin de que el mío y tu mar de amor sean uno solo,
mi adoración y la tuya sean una sola,
mis agradecimientos adquieran la grandeza de tus mismos confines,
mis súplicas, lágrimas y penas se vuelvan un solo mar con el tuyo,
a fin de que también yo tenga mis mares de amor, de adoración...
a fin de que así como tu Alteza Soberana
consiguió con éstos al suspirado Redentor,
así también yo me presento con todos estos mares delante a la Majestad Divina
para pedirle, para rogarle insistentemente
el reino del Fiat Supremo.
Mamá, Reina mía, debo servirme de tu misma vía,
de tus mismos mares de amor y de gracias para vencerlo
y hacerle ceder su reino sobre la tierra,
como lo venciste Tú para hacer descender al Verbo Eterno.
¿No quieres Tú ayudar a tu pequeña hija, dándome tus mares
para que pueda obtener que pronto venga el reino del Fiat Supremo sobre la tierra?
(Luisa - 2 de noviembre de 1926)